—¿Ya se casaron sus hijas, Maribel?, le preguntaron una vez a mi mamá.  Orgullosamente respondió: —Todavía no, están solteras, sin hijos, graduadas, trabajando en lo que les gusta y disfrutando su dinero solo para ellas. —A cambio, tuvo gestos de desaprobación y miradas de incomodidad. —Pero ya están grandes, las van a dejar el tren. —Criticaron.

Como que si todas estuviéramos esperando el mismo tren. Como que si todas quisiéramos seguir por las mismas vías de ese tren…

Qué incomodidad provoca cierto grado de independencia en las mujeres. Ruego por favor no se me vaya a tomar mi opinión como feminista. Hoy no es el caso.

Recuerdo perfectamente cuando mi hermana de en medio le dijo a mi mamá que se iría a vivir sola. —El nido se ha hecho pequeño mamá, somos 4 mujeres con alas grandes. Tengo que volar. —Nadie se entristeció. La valoramos y respetamos, como cualquier independiente valora y respeta a otra de su clase.

Traigo estas memorias a colación, porque tal parece que hoy en día, en pleno Siglo XXI, ver a una mujer que vive sola, sin casarse y sin hijos, está mal visto. Y es porque tenemos siempre el estereotipo de la mal llamada “niña de casa”. Aquella mujer buena, de familia, que sale de blanco de su casa. ¿Respetable? Por supuesto, como cualquier postura individual. Erróneamente pensar, que todas las mujeres tienen que ser así.

“Ya tiene 35 y aún no tiene hijos.” Escándalo. Vergüenza. Lástima. Eso piensa cierto sector al escuchar tal frase. ¿Y qué si no quiere ser madre? ¿Y qué si no ha encontrado alguien que valga la pena? ¿Y qué si no quiere hijos todavía porque está realizando sus sueños primero? ¿Y qué si es egoísta?

El problema es que educamos y les enseñamos a las niñas que el día más feliz de sus vidas es cuando se casan y no cuando se gradúan. Hemos enfatizado que para ser una verdadera mujer tenes que estar casada antes de los 30. ¿Por qué no hemos valorado el tener una maestría antes de los 30? ¿Por qué no viajar antes de los 30? Se crea una atmósfera de apocalipsis al pasar los 30 años sino te has casado o no has tenido hijos.

Mi columna no va a cambiar esa mentalidad y lo sé. No la escribí para eso. La escribo para todas esas mujeres que deciden por y para ellas. Por esas mujeres que se quieren ir de viaje solas. Por esas mujeres que se quieren ir a vivir solas. Por todas aquellas que no están listas para ser madres y les importa poco si las dejó el maldito tren. Porque el camino se lo hicieron solas, porque no necesitan de un tren para realizarse. Porque caminan y dan pasos independientes y forjan su destino así, independientes.

La próxima vez que veas o escuches de una mujer así, felicítala de mi parte. Que orgullo no ceder a tus metas. ¡Qué orgullo!

Esta columna está dedicada a mis dos hermanas mayores. A esas mujeres que a sus 30 y pico de años están siendo tan independientes como nunca y tan felices como siempre.